sábado, 19 de septiembre de 2009

LENCERIA EN ARABIA SAUDI

Traigo aquí el último comentario publicado en el blog Crónicas desde Oriente Medio, de elmundo.es (http://www.elmundo.es/elmundo/blogs/orienteproximo/index.html), en en que se cuenta lo que era de sospechar.

La única objeción que planteo a este artículo es que las imágenes obtenidas de Beirut no tienen nada que ver con las que se pueden ver de Arabia Saudi, donde no están permitidas las imágenes de mujeres, ni los maniquíes:


"Lencería explosiva bajo la abaya

MÓNICA G. PRIETO desde Beirut

20 de septiembre de 2009.- Hace dos meses, 26 féminas marcaron un hito en la historia de las mujeres de Arabia Saudí al completar un curso de 10 días destinado a enseñarles a vender lencería. Se trataba de satisfacer una demanda popular que ya se ha manifestado en varias protestas: si las saudíes no tienen derecho a hablar ni confraternizar con cualquier varón que no sea de la familia, ¿por qué someterlas al engorroso trámite de discutir con un hombre anónimo la talla de su sujetador, la última moda en bragas o las novedades del mundo de la lencería?
Pese a una ley aparecida en 2006, que exigía a las tiendas contratar mujeres para vender lencería, la práctica totalidad de los negocios en Arabia Saudí están regentados por hombres. La explicación, como casi todo en el reino wahabi, radica en los clérigos, quienes presionan para evitar que las féminas se incorporen a puestos de trabajo incluso en lo que se refiere a la ropa íntima.
No es de extrañar que este argumento haya ocasionado problemas sociales: debajo de la abaya, las árabes son tan femeninas o más que el resto de las mujeres del mundo y gustan embutirse en los modelos más atrevidos, aunque sólo los ojos de su marido puedan deleitarse con el resultado. Esa es una de las razones que llevan a miles de turistas del Golfo (Emiratos, Kuwait y Arabia Saudí principalmente) a veranear en Beirut, paraíso del lujo y reducto de libertad en una región donde las transparencias, las medias de rejilla, los corsés y sujetadores mínimos causan verdadero furor.
La tradición lencera de Oriente Próximo es algo muy arraigado, pese a clichés occidentales llevados a la confusión por la túnica y el velo. Debajo de las abayas se esconden tejidos delicados y osados diseños. "Cuanto más oculta, más sexy. Y cuanto más ligera de ropa, menos sexy. Por eso la mujer musulmana tiene una fuerte relación de lencería", razona Nicole, encargada de una tienda de ropa interior beirutí. "El Corán dice a la mujer que debe vestirse para su hombre, y es una regla que se sigue a rajatabla".
Maniquí con otro camisón 'explosivo' en otra tienda. M.G.Prieto

Esa debe ser la consigna de tantas turistas árabes que deambulaban este verano por los centros comerciales y por la calle Hamra de Beirut en busca del último camisón transparente o del tanga más mínimo. "Las europeas no tienen ni idea de cómo vestirse para sus hombres", mascullaba Dina, una dependienta, mientras mostraba un sugerente corpiño a una clienta velada en otra tienda.
La regla de 'cuánto más provocativa, mejor' no sólo funciona con las casadas. El deseo de atraer sexualmente [si bien sólo es aceptado en el contexto del matrimonio] es transmitido de generación a generación, al menos en el Líbano, gracias a una peculiar tradición. "Hace sólo 10 años, el ajuar de boda no sólo consistía en manteles o sábanas. Cuando la novia se acercaba a la edad del noviazgo, comenzaba a comprar lencería y, antes de casarse, se la enseñaba a toda su familia".
Esa suerte de exhibicionismo se sigue practicando en algunas aldeas. "Cada novia compra al menos 10 piezas para disponer de una dote erótica", explica Elie Sawan, dueño de la lencería del mismo nombre situada en Hamra y habituado a tratar con abayas y sujetadores. En otras tiendas confirman que la prometida puede gastar hasta 5.000 euros. "Se trata de mantener a sus maridos contentos y evitar que busquen sexo fuera de casa".
Marcas locales
La industria regional, y en especial libanesa, en el campo de la lencería no tiene nada que envidiar a la europea. Marcas como K Lynn o Diamony realizan pases en playas de moda y resorts de lujo en la nieve para promocionar sus creaciones, actos que terminan convirtiéndose en eventos multitudinarios entre clientes potenciales y mirones. Cuando se trata de aparentar, los libaneses no reparan en gastos, como tampoco hacen los árabes en general. "Las turistas vienen y no preguntan por el precio: sólo buscan las cosas más sexy que haya a la venta", confía Ikram, dependienta de la lencería Flora, también en Hamra.
"Las saudíes y las kuwaitíes pueden gastar entre 1.000 y 1.200 euros en cada visita", añade Imam, una de las dependientas de Elie Sawan, confirmando que a más represión, más desinhibición íntima. "Les encantan las piezas de fantasía", confía.
El exhibicionismo bajo la abaya no se traduce, sin embargo, en desinhibición sexual, como lamenta la escritora y poetisa Joumana Haddad. "Esa es la esquizofrenia: que se acepte la exhibición de lencería, incluso dentro de la familia, de forma natural y al mismo tiempo la familia rechace que una mujer vaya a cenar con un amigo", argumenta.
"El hecho de fabricar y vender lencería no nos hace más libres en la cama. La provocación tiene como intención seducir y complacer al hombre, y no liberar a la mujer", explica Hadad, directora de 'Jasad', la única revista árabe dedicada al cuerpo en cuyos contenidos se incluye artículos sobre la homosexualidad, el erotismo y otros muchos tabúes.

1 comentario:

  1. Luis, lo tuyo es el periodismo. estupendo reportaje sobre un tema quizás difícil de tratar. Enhorabuena. saludos de J tomas

    ResponderEliminar